Por Luis Miguel Guerrero
1.- Se acabó el torneo para La Fiera. Y se acabó sin ninguna mejoría: el León siguió siendo un equipo gris, sin capacidad ofensiva -a pesar del mentado “ADN ofensivo” que tanto cacareó el técnico-, que defendió mal hasta el último partido -30 goles recibidos en el certamen-, y que no pudo vencer a rivales con igual o peor nivel, como Tijuana o Cruz Azul. En el Azteca, el conjunto verdiblanco volvió a dar una pobre exhibición, en la que fue incapaz de generar peligro sobre la meta de Jesús Corona, y ante su pobreza ofensiva, terminó exigiendo un penal que solo hubiera servido para maquillar momentáneamente su incapacidad colectiva. Ese es el León de Paiva; un conjunto de media tabla que fue echado a la primera oportunidad del mediocre repechaje inventado por la Liga. Así están las cosas en territorio leonés.
2.- La idea de Paiva para su media cancha ante La Máquina no era mala. Por enésima vez en el torneo, el portugués le movió a la alineación de su equipo, presentando una doble contención con Rodríguez y Ambriz, teniendo en labores de volanteo a Joel Campbell y a Yairo Moreno. Y aunque la pareja de escudos cumplió -sobre todo en la primera mitad, ganándole el sector a Rodríguez y Lira-, el tico y el colombiano fueron intermitentes; tuvieron la pelota en lapsos del encuentro, pero produjeron muy poco al frente. Y si el medio campo de un equipo no genera futbol hacia adelante, no hay ataque. Tardío, como siempre, Paiva buscó, en un intento desesperado y con nulo éxito, refrescar la media con los ingresos de Montes (al 77’) y Elías Hernández (al 84’), aportando ambos veteranos muy poco, y confirmando que su momento con La Fiera ha pasado.
3.- Está de más hablar de un ataque que generó un solo remate a la portería contraria en todo el encuentro. En el León no hay tiros de larga distancia, ni jugadas de pizarrón. La idea ofensiva del técnico portugués se limita a llegar por los costados y mandar centros “a la olla” -la mayoría de estos, por cierto, pasados-. Aislado y sin parque proporcionado por su medio campo, Lucas Di Yorio terminó corriendo por uno y otro lado, tratando de generar él mismo una jugada individual. Y Víctor Davila, como en casi todo el torneo, intermitente y lejos del nivel que lo llevó a ser el goleador del equipo. Dicha intermitencia hizo que el chileno fuera sustituido muy temprano en el segundo tiempo por el “Plátano” Alvarado, quien tampoco marcó diferencia.
4.- El cuadro bajo leonés sufrió de principio a fin en el certamen, y Paiva nunca pudo ajustar para que este funcionara. Inexplicablemente, el luso sentó a Paul Bellón para el duelo ante La Máquina, optando por jugar con William Tesillo y Stiven Barreiro en la central. La realidad es que, tras el regreso por su lesión, Tesillo no mostró el nivel necesario para ser titular, y aún así lo fue. Y de los laterales esmeraldas, mejor ni hablar. Osvaldo Rodríguez batalló para detener a Carlos Antuna -la jugada del gol se origina por la tibieza del leonés en la marcación ante el “Brujo”, mientras que Byron Castillo tuvo una noche complicada ante Gonzalo Carneiro -que dicho sea de paso, fue el mejor jugador celeste-.
5.- Injustamente catalogado como “villano” por algunos, Rodolfo Cota volvió a marcar diferencia, evitando con sus intervenciones un marcador en contra más abultado, y corrigiéndole la plana a su zaga, que siguió mostrando deficiencias hasta el último partido. El mazatleco cometió un error en el centro de Antuna, dejando el balón para que Rivero marcara el único gol del partido. Así es el futbol, y así es de ingrata la posición de cancerbero. Sin embargo, y a pesar de esa falla, está claro que Cota fue de lo mejor para La Fiera en esta gris campaña.
TARJETA ROJA: Otra vez, y al igual que en el juego del 15 de septiembre, fue un suplicio soportar la localista transmisión de TUDN, con los berridos y la risita burlona de Paco Villa, convertido en el principal porrista de Cruz Azul. Si la televisora piensa que es una buena idea tener a cronistas que le vayan al equipo que van a narrar, está en un completo error: el televidente merece respeto, y merece también una crónica imparcial, que no genere el deseo de romper la pantalla.
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