Por Luis Miguel Guerrero
Animadores de las Copas del Mundo, los conjuntos africanos son hoy en día participantes habituales en estas justas. Sin embargo, la historia no siempre fue así. En las primeras ediciones de los Mundiales de la FIFA, las selecciones africanas brillaron por su ausencia, o simplemente eran invitados que pasaban sin pena ni gloria. Fue hasta la penúltima década del milenio pasado cuando estos equipos, mostrando avances en lo físico y en lo técnico, y gracias al roce de muchos de sus jugadores en el futbol europeo, atrajeron la atención del público internacional.
Egipto fue el primer conjunto africano en participar en una Copa del Mundo, en 1934. En esa cita italiana, los egipcios jugaron un solo partido, siendo derrotados 4-2 ante su similar de Hungría. Con sus dos goles, Addulrahman Fawzi se convirtió en ese encuentro, en el primer africano en anotar en justas mundialistas.
Pasaron 36 años para que un equipo del continente negro volviera a un Mundial. La participación africana no se volvió a dar hasta 1970, cuando la Selección de Marruecos tuvo un actuación decorosa en tierras mexicanas, obteniendo el primer punto para un equipo africano al empatar a un gol con Bulgaría. Antes, los marroquíes habían sido derrotados 2-1 por Alemania Federal, y 3-0 por Perú.
En 1974, Zaire se convirtió en el primer equipo africano de raza negra en calificar a un justa mundial. En Alemania Federal, los zaireños tuvieron un desempeño desastroso, siendo vencidos por Escocia 2-0, por Yugoslavia 9-0, y por Brasil 3-0.
La primera victoria mundialista para un conjunto africano se dio en Argentina, en 1978. La selección de Túnez, dirigida por Abdelmajid Chetali -primer entrenador africano en Copa del Mundo- y poseedora de un estilo agradable y dinámico, venció a México 3-1 en su debut, perdió 1-0 ante Polonia, y empató de manera sorpresiva ante Alemania Federal 0-0.
Los Mundiales de España 82 y México 86 fueron testigos del crecimiento del futbol africano. En España, Argelia -con su estrella Lakhdar Belloumi- se convirtió en una de las grandes revelaciones del torneo, al derrotar en la primera ronda a Alemania Federal 2-1, y a Chile 3-2. Camerún tuvo una participación aceptable, al terminar invicto con tres empates, ante Perú (0-0), Polonia (0-0), e Italia (1-1).
En el segundo mundial celebrado en tierras aztecas, se dio la primera clasificación africana a segunda ronda. El conjunto de Marruecos, que había terminado la primera fase invicto con dos empates y un triunfo, cayó ante Alemania Federal 0-1 en un cerrado encuentro de octavos de final.
Indudablemente, el parteaguas para el futbol africano en Copas del Mundo se dio en Italia 90. Con un estilo alegre, físico, y veloz, la selección de Camerún fue la gran sorpresa del certamen italiano. Dirigidos por el soviético Valeri Nepomniachi, y teniendo a elementos como Roger Milla, Oman Biyik, Emmanuel Kundé, y Eugene Ekéké, los “leones indomables” mostraron al mundo la nueva cara del futbol de su continente. Los cameruneses, venciendo a Argentina 1-0 y a Rumania 2-1, calificaron a la segunda ronda en donde dieron cuenta de Colombia 2-1, convirtiéndose en el primer equipo africano en pasar a la ronda de cuartos de final en un Mundial. En esa instancia fueron vencidos 3-2 por los ingleses.
Nigeria en Estados Unidos 94, y Senegal en Japón-Corea 2002, también fueron ejemplos del crecimiento del futbol africano. El Mundial del 2010, celebrado en Sudáfrica, sirvió como reconocimiento al desarrollo del balompié en ese continente.
Y aunque el número de selecciones africanas en los Mundiales más recientes ha aumentado, su crecimiento en lo colectivo -no así en lo individual- parece haber quedado ligeramente estancado. Solo Ghana -calificando a cuartos de final en Sudáfrica 2010-, Argelia, y Nigeria -pasando ambas a la segunda ronda en Brasil 2014- nos han recordado que el futbol africano es un verdadero león dormido. Ese futbol que hizo soñar a sus seguidores en la década de los noventa con la posibilidad de alzar la Copa del Mundo y llevarla, finalmente, a ese enigmático y bello continente. Posibilidad que, tal vez algún día, se haga realidad.