En sus orígenes, y prácticamente durante toda la primera mitad de su historia, en la National Football League (NFL) rara vez se cambiaba un balón durante los partidos. El cambio solía darse si la pelota estaba muy mojada, o si salía hacia las tribunas debido a una patada.
Desde 1940, el equipo local debía tener 12 ovoides disponibles en cada partido, pero rara vez eran usados todos. Hasta antes de 1954, el balón era cambiado al final de cada cuarto solo en condiciones de lluvia. Y a pesar de los pocos ovoides disponibles, los oficiales se coordinaban de manera eficiente (lanzándolo o corriendo) para volver a tener listo el balón para la siguiente jugada.
Al promoverse un juego más ofensivo a finales de la década de los setenta, la liga pidió que se cambiara el balón luego de cada pase incompleto.
Los oficiales fueron entonces capacitados con una nueva dinámica para esa rotación de balones: en lugar de lanzar el ovoide de regreso a la línea de scrimmage, un oficial de linea recibía un balón nuevo de un “ball boy” y se lo arrojaba al árbitro. Por otro lado, el oficial de campo recibía la otra pelota del pase incompleto y se la arrojaba a un “ball boy”.
Como resultado de este cambio, en 1976 se ordenó que el equipo local tuviera 24 balones disponibles, en comparación con los 12 que solía tener previamente.
Para la década de los noventa, los oficiales ya debían tener un balón nuevo cada vez que la jugada terminaba fuera de las hashmarks. Y la dinámica para cambiarlo de forma eficiente y rápida se convirtió en toda una ciencia, involucrando en esta a los oficiales en la linea de scrimmage y a los jueces de campo y laterales.
Actualmente, se cuenta con 54 balones antes de un partido de NFL: 24 del equipo local (12, más otros 12 de reserva) y 24 del equipo visitante (12, más 12 de reserva). Se tienen además 6 balones para las patadas, los cuales, además de ser impermeables y más duros, se manejan por separado por parte de los oficiales.