Por Luis Miguel Guerrero
En sus orígenes, el deporte de Béisbol no solo era un juego sin límite de tiempo sino también sin limite de innings o entradas.
La victoria era determinada cuando uno de los dos equipos alcanzaba primero la cantidad de 21 “ases” (que después fueron llamados “carreras”).
Originalmente, esa regla no representaba un problema, ya que los “ases” se conseguían de forma muy sencilla, y en la década de 1840 los partidos terminaban -en promedio- en el sexto inning.
La preocupación creció a medida que la habilidad de los beisbolistas mejoró, y las carreras ya no eran anotadas de forma simple. Entonces los juegos se alargaron y la oscuridad de la noche los interrumpía.
Hasta antes de 1856, los partidos eran jugados con equipos de siete o nueve elementos, por lo que -para evitar esos maratónicos encuentros- se sugirió que el número de jugadores dictara el número de entradas a disputarse.
Todo esto quedó definido en la reunión de ese año, convocada por Alexander Cartwright, fundador de los Knickerbockers de Nueva York, en donde se definieron las primeras reglas unificadas de este deporte estadounidense.
De tal forma, ahí se acordó que en lo sucesivo, los equipos estarían conformados por nueve peloteros, y por ende, los partidos se jugarían a nueve innings.
En la actualidad, los partidos de doble cartelera se juegan a siete entradas. De igual manera, algunas ligas -como la mexicana- han acordado jugar algunos partidos a solo siete innings para optimizar el tiempo.