Por Luis Miguel Guerrero
1.- La temporada se le está yendo al León como agua entre las manos, y las posibilidades de calificar de forma directa a la liguilla lucen cada vez más lejanas. Y es que este equipo, como los cangrejos, camina hacia atrás y va de mal en peor en cada compromiso. Los pupilos de Holan corren, luchan, intentan meter la pierna cuando es necesario, pero si no hay idea futbolística, de nada sirve todo lo anterior. Lo mostrado por los Verdes ante Puebla no difiere en mucho de lo enseñado ante San Luis y ante Querétaro: un equipo que genera poco peligro sobre la meta rival, que falla de manera increíble las pocas oportunidades que tiene, que comete errores puntuales al momento de defender, y que tiene en “San” Rodolfo Cota a su paladín que evita mayores desastres. Lo mismo de prácticamente todo el torneo. Ese es el León de Ariel Holan. Y esa es la triste actualidad del conjunto esmeralda.
2.- Habrá quien diga que “las condiciones son las mismas para los dos equipos”, pero no es un tema menor: no se puede jugar fútbol profesional en la ciudad de León a las cinco de la tarde. Con el sol cayendo a plomo, y con temperaturas arriba de los 30 grados centígrados, el desempeño de las dos escuadras se ve mermado, afectando más -lógicamente- a la que pasa por el peor momento -o sea, el León-. Los dueños de los derechos televisivos están perjudicando gravemente a “su” equipo, y esta es una situación que la directiva esmeralda debería atender, pensando en el siguiente torneo. Además, las condiciones climáticas parecen un castigo para el aficionado que asiste al estadio, que además de soportar el pobre espectáculo ofrecido por su escuadra, tiene que aguantar la “quemada” de piel en la tribuna.
3.- La expulsión del joven Pedro Hernández cambió radicalmente la historia del partido, con el León jugando con 10 elementos durante casi 90 minutos. Lo que parece inexplicable es la decisión de Holan, quien movió a Fidel Ambriz a la central, cuando se tiene en la banca a elementos experimentados para cubrir esa posición. El joven Ambriz intentó cumplir con la encomienda, pero desafortunadamente falló en la jugada del gol de Aristeguieta. Su cambio por Mosquera -después del gol poblano- pareció tardío, y en muy poco ayudó a una defensa que batalló para contener las escasas llegadas del visitante, permitiendo nuevamente que Rodolfo Cota enmendara la plana y se alzara como figura.
4.- Hay muy poco que agregar en el análisis del desempeño de la media y de la delantera leonesas. La presencia de Luis Montes en la tribuna, por decisión del entrenador, habla de la visión equivocada del argentino sobre la situación del equipo. En la cancha, Fernández sigue sin aparecer, mientras que Colombatto ha dejado de pesar en su labor como mediocampista. El “Avión” Ramírez corre e intenta, pero se ha convertido en una simple avioneta que aporta muy poco al frente. Adelante, Dávila se ha contagiado del descontrol de sus compañeros, y ha dejado de marcar diferencia como el hombre peligroso de los leoneses. Ángel Mena falla de manera lamentable las escasas oportunidades frente al marco contrario, y Jean Meneses también comienza a vestirse de “fantasma”. El resultado de todo lo anterior es un equipo sin presencia en el área rival, carente de profundidad, y alejado del gol.
5.- Cuando se tiene en la cancha a un equipo como el Puebla, que mete la pierna en todos los sectores del campo y que juega al filo del reglamento, se requiere de la presencia de un árbitro con personalidad. El partido le quedó muy grande a Eduardo Galván, que con su pobre actuación dejó en claro por qué apenas tiene dos encuentros dirigidos en el torneo. Galván permitió el juego ríspido, y mostrando muy poca autoridad, dejó que el partido se le fuera de las manos. Trece tarjetas amarillas solo indican la ineptitud del silbante para controlar el juego brusco desde un inicio. Y aunque su actuación no pesó directamente en el resultado, sus errores contribuyeron a que el duelo en la cancha del estadio León se volviera entrecortado y carente de ritmo.
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